"Llamados a remar juntos hacia una conversión humanista y ecológica"
Patoral Social - Discursos - Palabras de monseñor Jorge Lugones SJ, obispo de Lomas de Zamora y presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, en la apertura de la Samana Social (7 de julio de 2020)
Quiero agradecer a todos los que están siguiendo en vivo esta Semana Social virtual, especialmente a tantas hermanas y hermanos del interior porque es con ustedes con quienes hemos compartido y vivido tantas Semanas Sociales y hoy nos abrimos a una amplitud auditiva visual grandísima. Así que les agradezco de todo corazón la presencia de gente de todo el país.
Tenemos que referirnos necesariamente al estado de situación que hoy vive nuestra patria. Necesitamos insistir en que la pandemia además de una tragedia, puede ser una oportunidad de conversión. Conversión implica un rumbo distinto pero para esto hay que dar pasos, como en la vida espiritual, y estos pasos son de transformación, podemos transformar algo cada día, desde nuestra cordialidad, cercanía, escucha, diálogo, creatividad y amor fraterno hacia el interés comunitario.
Es una oportunidad en la cual “nadie se salva solo” y donde el desafío colectivo justamente puede ser esa conversión humanista y ecológica, donde podamos afianzar caminos para construir una sociedad más igualitaria. Se requiere para ello de una sensibilidad social y un sentido de fraternidad y solidaridad, que implica no sólo inclusión sino también integración, sin los cuales no es posible el humanismo ni el cuidado de la casa común.
El Discernimiento Social de la Iglesia insta a encontrar maneras de poner en práctica la fraternidad como un principio regulador de orden económico. Donde otras líneas de pensamiento sólo hablan de la solidaridad, el Discernimiento Social de la Iglesia habla también de fraternidad. Reconocer al otro en forma personal, implica visibilizarlo con bondad, implica no prejuzgarlo, y con lucidez, es decir con discernimiento, percibir, descubrir cuál es la urgencia, la necesidad o la situación particular de mi prójimo.
Una sociedad fraternal es solidaria, pero no siempre es cierto lo contrario, como muchas experiencias lo confirman. Mientras la solidaridad es el principio de la planificación social de la desigualdad que permite llegar a ser iguales, la fraternidad es lo que permite a los iguales ser personas diversas. Dicho de otro modo, la fraternidad permite participar de formas diferentes en el bien común de acuerdo con su capacidad, su plan de vida, su vocación, su trabajo o su carisma de servicio.
La pandemia ha puesto en evidencia la enorme cantidad de excluidos o descartados del sistema, como dice el Papa Francisco, que hoy requieren de cuidados y atención, además de oportunidades para el futuro.. No caigamos en las mezquindades que nos han llevado a visualizar en esta pandemia las desigualdades que hemos generado. América latina no es el continente más pobre pero si el más desigual. Argentina no es una excepción, la pandemia ha manifestado todas las desigualdades, desigualdad educativa, desigualdad sanitaria, desigualdad de conectividad, desigualdad en la bancarización, etc.
Más que nunca es necesario repensar la economía con rostro humano para el escenario post pandemia. Una economía que ponga el centro de la atención en las personas, en la dignidad del trabajo, en el diálogo como factor articulador de las diferencias políticas y sociales. En una economía de la producción y el consumo antes que en una economía de la especulación.
Por eso Laudato Si, no habla de crisis laboral ni económica, sino de “crisis ecológica”, porque lo engloba todo: la diversidad del ambiente y de la persona, la cuestión de la “tres T” (tierra-techo-trabajo). La crisis ecológica es un problema cultural antes que económico y su resolución -según nos dice el Papa- es la conversión de las estructuras culturales mediante la política -entendida esta como “la forma más alta de caridad”.
Necesitamos mejorar nuestro rumbo un rumbo que, para ser sostenible, necesita colocar en el centro del sistema económico a la persona humana -que siempre es un trabajador y una trabajadora-, integrando la problemática laboral con la ambiental.
La cuestión laboral reclama la responsabilidad del Estado, al cual compete la función de promover la creación de oportunidades de trabajo, incentivando para ello al mundo productivo, tanto como al científico-tecnológico y cultural, que se debe corresponder con un mundo de acceso social a los bienes y al consumo. Para eso, como tarea primordial, consideramos que se debe estimular y garantizar el diálogo entre organizaciones de trabajadores y de empresarios tanto como entre estos dos sectores y los partidos políticos, los movimientos sociales y populares, las asociaciones civiles, las universidades y centros de investigación, lo que vienen haciendo hace ya más de dos años la “Mesa de Diálogo por el Trabajo y la Vida Digna”.
Queremos estar cerca y acompañar a todos los que hoy sufren angustia por la falta de trabajo y por las dificultades para sostener una vida digna para su familia. Junto a ellos no renunciamos a pensar en un país donde la economía esté al servicio del hombre y no al contrario. Donde no se promueva la idolatría del dinero sino la búsqueda del bien común. Unimos nuestras plegarias a Dios nuestro Padre por Jesucristo si Hijo con las del Papa Francisco:
“¡Ruego al Señor que nos regale más políticos, empresarios, sindicalistas, dirigentes sociales a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!
Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos” (Evangelii Gaudium, nro. 205).
Finalmente, necesitamos deponer en nuestra sociedad: odios que nos despersonalizan, distanciamientos ideológicos y acusaciones constantes que no hacen más que generar enemistad, descalificación, mediocridad y culpabilizaciones sin solución.
Hemos hablado mucho en este tiempo del cuidado, del cuidarnos para cuidar. Dice H. Nouwen: “Cuidar es ser compasivo y formar una comunidad de personas que se enfrenten honestamente a la dolorosa realidad de nuestra existencia finita. Cuidar es el gesto más humano, en el cual la confesión valiente de nuestro quebrantamiento común no conduce a la parálisis sino a la comunidad”.
Por ello necesitamos aprender de tantas comunidades que en esta pandemia han generado una conciencia social, fraterna, solidaria y comunitaria.
Entendiendo que estamos en una coyuntura donde la creatividad de todos debe poder ayudarnos recíprocamente, será posible con la participación de todos los sectores, como podremos encontrar los mejores caminos de salida, ya que -como dice el Papa Francisco- “estamos todos en la misma barca” y sólo saldremos juntos.
Mons. Jorge Lugones SJ, obispo de Lomas de Zamora y presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social