Camino a la mesa de la vida
TORRADO MOSCONI, Ariel Edgardo - Homilías - Homilía de monseñor Ariel Torrado Mosconi, obispo de Nueve de Julio, en en la misa del Santísimo cuerpo y sangre de Cristo (Capilla doméstica del Obispado, 13 de junio de 2020)
Dt 8,2-3- 14b-16ª; Sal 147; I Cor 10, 16-17; Jn 6,51-58
Impresiona la claridad y contundencia, con la cual la palabra de Dios recién proclamada viene a iluminar este momento doloroso e inédito de la humanidad, la Iglesia y nuestra propia comunidad. Los textos bíblicos de esta hermosa fiesta nos ayudarán a recordar que Dios es nuestro compañero de camino, nos invita a su mesa y nos da el alimento que da vida. Camino, mesa y pan son las tres imágenes que nos propone la liturgia de hoy.
Jesús compañero de camino
Moisés es invitado por el Señor a recordar las penurias pasadas durante cuarenta años de camino por el desierto. Así también nosotros debemos volver a hacer pasar por nuestro corazón la acción de Dios en el camino de nuestra propia existencia. Especialmente recordar los consuelos y la fortaleza con que Dios nos ha revestido en los momentos de dolor, de enfermedad, de muerte de seres queridos, de fracasos y problemas. Dios es nuestro compañero de camino.
También como pueblo estamos transitando hoy una situación de sufrimiento, incertidumbre y necesidad que atraviesa todos los sectores sociales y repercute en cada uno de los aspectos de la vida de las personas. Enfermedad y muerte, falta de trabajo y aumento de la pobreza, pérdidas y daños materiales que están dejando profundas heridas y traumas, sacando a la luz la indigencia, vulnerabilidad y fragilidad más profunda de los seres humanos. La primera lectura del Deuteronomio recuerda cómo el pueblo del antiguo testamento aprendió en carne propia la lección de que Dios no abandona a su familia, guiándola y educándola en medio de los vaivenes de la historia. Y, sobre todo, no deja de nutrirla con un alimento que da y es Él mismo. ¡También hoy sigue ofreciéndonos ese maná que sacia nuestra hambre más profunda!
Jesús nos invita a su mesa
La mesa es signo de la unidad y la comunión. En torno a la mesa surge la reconciliación, la memoria de lo compartido, la alegría de la unión. Por eso es tan importante sentarnos a la mesa de la eucaristía para recibir el don de la comunión.
Bien sabemos que, en momentos de crisis, aflora la tentación del egoísmo que genera divisiones, enfrentamientos o conductas mezquinas. La lectura de la primera carta a los Corintios, nos recuerda que el sacramento eucarístico genera y mantiene la unidad en la Iglesia, para permanecer en comunión, ayudarnos a vivir el mandamiento nuevo de la caridad y convertirnos en difusores de ese amor en la sociedad. Cuidarnos mutua y recíprocamente en todo sentido -es como un lema en esta pandemia- no solamente es un requerimiento de convivencia en sociedad, sino también, respuesta y remedio al individualismo o la falta de generosidad. ¡Extendamos la mesa para que todos se sientan invitados a la comunión, que nadie se sienta excluido de esta mesa que el mismo Cristo tiende para todos!
En feliz coincidencia -a pesar de lo dificil del momento, especialmente para los más golpeados por la pobreza- esta fiesta de la comunión se lleva a cabo el día de la colecta anual de Cáritas en todo el país, cuyo lema es: “Tu generosidad aumenta la esperanza”. Este lema nos ayuda a comprender la necesidad de la Eucaristía para generar en nosotros esa caridad, ese amor, que es salida de sí, donación y compartir generoso con los que menos tienen. ¡La última cena: ni más ni menos!
Jesús, alimento que da vida
¡Pan vivo, cuerpo y sangre, verdadera comida y verdadera bebida! Tan clara como fuerte es la palabra del evangelio de san Juan. “Yo daré mi carne para la Vida del mundo” dice el Señor. ¡Y “Vida” dicho y escrito con mayúscula! Muy queridos hijos, hermanos y fieles todos: en esta nueva solemnidad del santísimo cuerpo y sangre de Cristo, en el contexto de este sufrimiento, desorientación, angustia y miedo en que nos ha sumido la pandemia, se nos presenta el sacramento como el verdadero, gran y más necesario alimento de los creyentes. Necesitamos comer este Pan vivo, recibir a Jesús resucitado, comulgar el sacramento del amor verdadero. Este don incomparable, es auténtico pan de los pobres y medicina espiritual de los pecadores.
¿De dónde vamos a sacar fuerzas para caminar esperanzados, mantenernos unidos y trabajar por el bien común? Será posible si nos dejamos nutrir por un alimento que viene de lo alto y un pan por el cual gustamos la dulzura del amor, la gracia y la misericordia de Dios mismo. En este tiempo he podido palpar como tantísimos fieles, familias y comunidades, desean, ansían y valoran la Eucaristía. Esta especie de “ayuno” eucarístico tan peculiar, seguramente nos ayudará a aprender la lección de la necesidad del sacramento para la vida. Roguemos confiadamente volver a la “nueva normalidad” eucarística, a la verdadera fiesta del pueblo santo de Dios. Así sea.
Mons. Ariel Torrado Mosconi, obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio