Jubileo de los empresarios
CARRARA, Gustavo Oscar - Homilías - Homilía de monseñor Gustavo Carrara, arzobispo de la Plata en el Jubileo de los Empresarios (Iglesia catedral, 24 de agosto de 2025)
En el evangelio que acabamos de escuchar una persona le pregunta a Jesús acerca de la salvación, del camino a la Vida Feliz del Cielo, y el Señor lo invita a entrar por la puerta estrecha. ¿A qué se refiere? A amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y al prójimo como a uno mismo. Es puerta estrecha, porque el amor es siempre exigente. Exige compromiso, creatividad, y audacia el vivir el evangelio en la vida cotidiana.
Hoy celebramos en el marco del Jubileo de la Esperanza, aquí en nuestra arquidiócesis de La Plata, el Jubileo de los Empresarios.
Podemos empezar preguntándonos ¿Qué es un Jubileo? Es conveniente para ello ir a sus raíces bíblicas. Según la ley de Moisés, cada siete años se celebraba el año sabático, durante el cual se prescribía: el reposo de la tierra, el perdón de las deudas, y la liberación de los esclavos (Ex 23,10; Dt 15,1-15; Lev 25, 1-28). Cada siete sabáticos, es decir, cada cincuenta años se celebraba el año jubilar. Y se hacía con mayor solemnidad. En estos años se buscaba la armonía añorada del paraíso. El jubileo tenía un sentido ecológico -se dejaba descansar la tierra-, social -se eliminaba la usura, y la esclavitud- y religioso -volver a Dios creador, único dueño de la tierra-.
En la bula de convocatoria del Jubileo de la Esperanza, Francisco lo relee así: "Haciendo eco a la palabra antigua de los profetas, el Jubileo nos recuerda que los bienes de la tierra no están destinados a unos pocos privilegiados, sino a todos. Es necesario que cuantos poseen riquezas sean generosos, reconociendo el rostro de los hermanos que pasan necesidad. Pienso de modo particular en aquellos que carecen de agua y de alimento. El hambre es un flagelo escandaloso en el cuerpo de nuestra humanidad y nos invita a todos a sentir remordimiento de conciencia... Como enseña la Sagrada Escritura, la tierra pertenece a Dios y todos nosotros habitamos en ella como «extranjeros y huéspedes» (Lv 25,23). Si verdaderamente queremos preparar en el mundo el camino de la paz, esforcémonos por remediar las causas que originan las injusticias, cancelemos las deudas injustas e insolutas y saciemos a los hambrientos”.[1]
Francisco describe el sentido profundo del jubileo al vincularlo con Jesús de Nazaret. "Es una exhortación antigua, que surge de la Palabra de Dios y permanece con todo su valor sapiencial cuando se convoca a tener actos de clemencia y de liberación que permitan volver a empezar: «Así santificarán el quincuagésimo año, y proclamarán una liberación para todos los habitantes del país» (Lv 25,10). El profeta Isaías retoma lo establecido por la Ley mosaica: el Señor «me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor» (Is 61,1-2). Estas son las palabras que Jesús hizo suyas al comienzo de su ministerio, declarando que él mismo era el cumplimiento del "año de gracia del Señor" (cf. Lc 4,18-19).[2] Podemos afirmar entonces que Jesús es el Jubileo de Dios en medio del pueblo.
Claramente uno de los temas centrales de la celebración del Jubileo es el llamado a contribuir concretamente a una reparación social que vuelva a encender la esperanza. Una mirada teologal de la realidad afirma que es evidente que el pecado tiene consecuencias en la vida de las comunidades y en el tejido social. La espiritualidad de la reparación brota de la devoción al Sagrado Corazón, y tiene consecuencias en la vida social. Nos dice la encíclica Dilexis Nos: "Junto con Cristo, sobre las ruinas que nosotros dejamos en este mundo con nuestro pecado, se nos llama a construir una nueva civilización del amor. Eso es reparar como lo espera de nosotros el Corazón de Cristo. En medio del desastre que ha dejado el mal, el Corazón de Cristo ha querido necesitar nuestra colaboración para reconstruir el bien y la belleza.[3]
La reparación social empieza en la conversión del corazón, y a partir de allí la conversión de las estructuras. Es "la misma «conversión del corazón» la que «impone la obligación» de reparar esas estructuras. Es nuestra respuesta al Corazón amante de Jesucristo que nos enseña a amar”.[4]
Si el Jubileo tiene que ver con la reparación social, podemos preguntarnos por donde pasa el aporte típico del empresario a esa reparación social. El principal aporte es la producción y el trabajo. Francisco en su diálogo con el mundo del trabajo en una visita que hizo a Génova decía: "El empresario es una figura fundamental de toda buena economía: no hay una buena economía sin un buen empresario. No hay buena economía sin buenos empresarios, sin su capacidad para crear, crear trabajo, crear productos... El verdadero empresario conoce a sus trabajadores, porque trabaja junto a ellos, trabaja con ellos. No olvidemos que el empresario debe ser antes que nada un trabajador. Si él no tiene esta experiencia de la dignidad del trabajo, no será un buen empresario. Comparte las fatigas de los trabajadores y comparte las alegrías del trabajo, la solución de los problemas, crear algo juntos. Y si debe despedir a alguien es siempre una decisión dolorosa y no lo haría, si pudiese. Ningún buen empresario ama despedir a su gente, sufre siempre, y a veces de este sufrimiento nacen nuevas ideas para evitar el despido. Este es el buen empresario”.[5].
Avancemos un poco más ¿es posible vivir el evangelio en la empresa, en el mundo del trabajo? Sí claro que sí. A Dios se lo encuentra no sólo en los templos, sino también en la empresa, en el mundo del trabajo. Y es aquí donde quiero presentarles la figura del venerable siervo de Dios Enrique Shaw.
Hijo de Sara Tomquist y Alejandro Shaw, nace el 26 de febrero de 1921. Esposo de Cecilia Bunge con quien se casó en 1943. Aquí quiero destacar que son muy bellas las mil seiscientas cartas de amor entre ellos. Formaron una familia, en la que nacieron nueve hijos. Su primera vocación fue la de ser marinero, pero en 1945 inspirado en la doctrina social de la Iglesia siente el llamado de Dios a cumplir una misión en el mundo del trabajo, en primer lugar, quiere ser un obrero más, pero un sacerdote lo ayuda a discernir que dentro del ámbito del trabajo tiene claras condiciones para llevar el evangelio de Jesús entre los empresarios, y así lo va a hacer. En las Cristalerías Rigolleau llega a ser Director Delegado.
Enrique Shaw tiene textos sobre la Virgen María, a su vez por ejemplo comenta el evangelio de las bienaventuranzas. Hoy quisiera darle visibilidad a alguno de los textos del mundo del trabajo en la empresa. Lo hago a modo de invitación a acercarnos a su figura y a sus textos, y que de este modo inspire así la vida empresaria.
"El cristianismo, que, si bien con San Agustín pondera la limosna al hambriento, sabe que es mejor procurar que no haya hambrientos... Debemos tener conciencia social de los problemas, porque Jesús se ha ocultado en los pobres. Y tener en cuenta la repercusión social de nuestros actos, ya que a diario se aplica o se niega la Doctrina Social de la Iglesia, sin tener noción clara de lo que se hace”.[6]
En un breve comentario podemos decir que la verdadera ayuda a los más pobres es la posibilidad de trabajar y así llevar adelante una vida digna, y en esto es clave el mundo de la empresa a la hora de generar lugares de trabajo.[7]
"El deber de procurar la ascensión humana, no es más que la consecuencia lógica de la enseñanza básica del cristianismo sobre la eminente dignidad de todo ser humano... Hay que extender la propiedad privada. Es necesaria una distribución más justa de las riquezas. Hoy es cosa sabida que nada anda bien en una sociedad donde muchos están ma.”.[8]
Esta cita nos inspira a afirmar que, en orden a la dignidad de toda persona humana es necesaria la extensión de la propiedad privada, que todos puedan acceder a una tierra para trabajar para construir un techo para cuidar a una familia.
"El clima de la empresa debe ser tal que contribuya a la ascensión del hombre y le brinde por su trabajo y en su trabajo la mejor de las oportunidades para su desarrollo; el dirigente de empresa debe dar toda la libertad posible para que cada uno sea dueño de sus actos y pueda expresar su personalidad. El tormento y la alegría de la libertad no deben ser privilegio sólo de unos pocos, sino el derecho y el deber de todos”.[9]
Aquí se destaca un clima de trabajo en la empresa que favorece al desarrollo humano integral, que facilite el despliegue de los talentos y potencialidades de las personas, para que todos puedan ponerse la patria al hombro en su lugar de trabajo, y así hacer su aporte a la construcción del país.
Para terminar, nos encomendamos a la Virgen con una oración de Enrique: "¡Oh María! Hazme sentir algo de lo que sentiste al pie de la Cruz para que, participando en la Pasión de Cristo, pueda también participar en su Gloria”.[10]
Mons. Gustavo Carrara, arzobispo de La Plata. 24 de agosto de 2025.
Notas:
[1] Francisco. Spes non confundit. N° 16.
[2] Francisco. Spes non confundit. N° 10.
[3] Francisco. Dilexit Nos. N°182.
[4]Ibídem. N°183.
[5] Visita pastoral del papa Francisco a Génova. Encuentro con el mundo del trabajo. Discurso del Santo Padre. Establecimiento siderúrgico Ilva. Sábado 27 de mayo de 2017.
[6] Conferencia "Y dominad la tierra. Concepto cristiano de desarrollo", en la Reunión Nacional de Dirigentes Hombres de Acción Católica. Buenos Aires. 4/3/1962.
[7] Cf. Francisco. Fratelli tutti. N° 162.
[8] Conferencia "La misión de los dirigentes de empresa" Mendoza, 17/8/1958.
[9]Ibídem.
[10] María y comunidad de vida. Recopilación de pensamientos de Enrique E. Shaw. Editorial Claretiana. Pág. 27.