Comunión, misión, participación
BENNA, Alejandro Pablo - Homilías - Desgrabación de la homilía de monseñor Alejandro Pablo Benna, en misa de toma de posesión como obispo de Morón (9 de agosto de 2025)
Queridos hermanos:
Hoy hemos venido a orar juntos, a encontrarnos con Jesús resucitado. Cada vez que nos juntamos a orar es por Cristo, en Cristo, que nos ponemos en presencia de nuestro Padre movido por el Espíritu. Y lo primero que me nace es un agradecimiento enorme a todos los que se han acercado. Pueblo de Dios, consagrados, consagradas, diáconos, sacerdotes, obispos, hermanos que se han tomado el esfuerzo de venir, algunos de lejos, a compartir esta súplica y esta acción de gracias que siempre dirigimos al Padre cuando celebramos la presencia viva de Jesús resucitado.
Y es importante que vivamos esto con una mirada profunda de fe. La Carta a los Hebreos nos decía qué es la Fe, ¿no? Es la certeza de los bienes que se esperan. Y Jesús cuando nos habla hoy de pequeño rebaño, se da cuenta que los que lo siguen por el camino de la cruz, de la entrega, del servicio, son pocos. Pero Jesús tiene una mirada de fe, porque es como la levadura en la masa. No se pone la misma cantidad de levadura que de harina, o la semilla, como decía él, del reino, ¿no? Que, sin embargo, empieza a dar fruto.
Entonces, lo primero es, en este clima, oración, suplicarle a Dios y darle gracias por el camino que han venido haciendo, el sínodo que ustedes han celebrado. Y como decía Jorge, yo quiero acompañarlos para poder esto que el Espíritu inspiró en todos, llevarlo adelante.
Le quiero dar un gracias enorme por el cariño, la ternura y el corazón abierto que me recibió el Padre Jorge. Le vamos a dar un fuerte aplauso por su ministerio y su servicio. Gracias Jorge. Qué hermoso. Hemos compartido estos días. Hemos orado juntos, hemos celebrado juntos la Eucaristía, rezábamos laudes. Y hemos compartido, y la verdad que yo se lo quiero agradecer de corazón, porque me recibió como un hermano y un padre.
Y por tanto cariño que le ha puesto en estos años de ministerio a la diócesis. Gracias de corazón, no me voy a cansar de decírtelo. Gracias Jorge. Gracias también los consagrados que nos reunimos a preguntar, bueno, cómo se sienten en la diócesis y cómo podemos avanzar en implementar las conclusiones del sínodo. Cortito pero fue lindo…. Bueno, seguiremos reuniéndonos. Y bueno, empezaremos, Dios quiera, a visitar las comunidades, a patear la diócesis, como decía Jorge García Cuerva.
Soy de estar poco en la curia, pero bueno, no importa. Algo voy a pasar, lo necesario. Pero sí estar cerca de ustedes. En lo que decía Francisco, ¿no? La cercanía. Y les decía, tener esa mirada de fe de los que estamos viviendo. Algunos me decían, ¿cuándo es la toma de posesión? Yo no tomo posesión de esta diócesis. Yo vine a servir acá. La diócesis no es mía. Eso me tranquiliza.
Por eso hace un ratito dormí en la siesta, estaba re tranquilo. Estaba. ¿Por qué? Porque, cortita, ¿no? Pero, ¿por qué estoy tranquilo? Porque la diócesis es de Jesús. Jesús me dice y nos dice, apacienta mis ovejas. Ustedes son de Jesús. Lo tengo muy claro, no son míos. Son de Jesús. Y eso a mí me ayudó allá en Alto Valle y espero que me ayude acá. A que lo mire mucho a Jesús y vea como Él apacentó a sus ovejas. Con ese cariño, con esa ternura, con esa mansedumbre. Que no me sale, pero la pido. Pídanla, por favor.
Entonces, son de Jesús. Y yo vengo, ¿eh? Apacienta mis ovejas. Ustedes son de Jesús. Son bautizados. Y con esa actitud yo vengo a acompañar, a servir, a lavar los pies.
Es hermoso el camino que han hecho del sínodo. Y yo sueño poder ayudarlos a que los sueños y las propuestas que hicieron, acompañarlos para llevarlas adelante. Aunque seamos pocos, no tengamos muchas fuerzas. No temas pequeño rebaño. No olvidemos esa mirada de fe de Jesús. Jesús mira la realidad desde unos ojos de Dios. Y nosotros le pedimos a Dios mirar la realidad desde Jesús. Ese es el don de la fe. Y por eso la esperanza que nos anima a ser peregrinos de esperanza. No temas pequeño rebaño, es porque el Señor nos sostiene.
Estos días leíamos en el libro de los números que Moisés le decía al Señor: ¿por qué me has cargado con el peso de todo este pueblo? Yo solo no puedo soportar el peso de todo este pueblo. Mis fuerzas no dan para tanto. Y cuando oraba pensaba lo mismo. Y entonces decía, bueno Señor, confío en Vos. Y confío en que todos vamos a poner el hombro.
Por eso hablamos de comunión en el sínodo. Comunión, misión y participación. Que nos queden grabadas estas palabras. (el pueblo repite las palabras) Bien grabadas. ¿Por qué? Porque somos bautizados. Y esta tarea no es del obispo, es de todos. Anunciar a Jesús, la alegría de habernos encontrado con Jesús. No lo podemos callar. Por más que seamos pequeños, pobres, limitados.
Me viene al corazón la primera vez que conocí la diócesis. ¿Saben cuándo fue? Hace 50 años. Y venía caminando con cuatro compañeros míos del colegio, de Manuel Belgrano, de los maristas, que les estoy agradecido por lo que hemos recibido. Y veníamos, dijeron, che, ¿por qué no vamos a Luján caminando? Y bueno, y nos mandamos.
Y la primera vez que pateé la diócesis fue cuando vine, allá hace 50 años, caminando con mis compañeros del primario que me acompañan y del secundario. Y entramos y pasamos por acá. Esa fue mi primera entrada hace 50 años a la diócesis. Nunca imaginé que Dios me iba a pedir que venga aquí como pastor a caminar de otro lugar y de otro modo. Y le agradezco a Dios que me acompañen. Y le agradezco que hayan tenido las ganas de venir, de ir caminando a Luján.
Esta diócesis que está bendecida por nuestra Madre del Buen Viaje, la Virgen del Buen Viaje, que siempre está recibiendo a los que pasan por aquí, que recibe a todos los que van con fe caminando a Luján, que es un lugar de descanso, qué hermoso… Un hospital de campaña, porque a veces llegamos acá medio reventados cuando venimos caminando, y qué hermoso ver una diócesis que recibe y que abre las puertas a todos.
Cada vez que pasé por acá me recibieron. Y el Padre Jorge siempre estaba bendiciendo y los sacerdotes confesando. Qué hermoso, qué bendición venir a vivir a esta diócesis en la cual tenemos la gracia de que los peregrinos de Luján pasen por aquí. Es una bendición de Dios. Que nuestra Madre del Buen Viaje nos acompañe.
Viene a mi corazón también otro evangelio que hemos leído estos días. Y al preguntar a Jesús, que Jesús quién dicen que es, le dice, bueno, soy el Mesías, pero que es necesario padecer y se resucitar. Y confirma que su camino y nuestro camino es la cruz. Y este también es el camino de la gloria. Por eso el camino nuestro no es del éxito. El camino nuestro es de la cruz, pero la cruz redentora. La cruz del amor. La cruz del que es capaz de sacrificarse por el otro. Porque es capaz de dar la vida por los demás. Como el pastor por sus ovejas. Y como ustedes por los que aman. El Evangelio de hoy nos decía algo hermoso. Estén preparados, ceñidos y las lámparas encendidas. No permitir que se enfríe y se apague la llama de la fe que hemos recibido en el bautismo.
Nuestros padrinos cuando éramos chiquitos, ellos recibieron esa luz. Sean como los hombres que esperan el regreso de su Señor. Felices a quienes el Señor los encuentra velando a su llegada. Pidamos esa gracia al Señor. Ser como los que en el fondo tienen la fe encendida, la esperanza en llamas. Peregrinos de esperanza en este año jubilar. Queremos que esa fe se manifiesta en que caminamos, en que anunciamos a Cristo, en que servimos a los necesitados.
Por eso la invitación que nos hacía de que estemos preparados porque el Hijo del Hombre llegará a la hora menos pensada. Pidamos al Señor entonces la gracia de poder vivir el gozo del encuentro con el Señor. Hemos venido a eso acá.
No hemos venido a una ceremonia. Hemos venido a encontrarnos con Cristo. Y que este gozo y el misterio de caminar juntos. Y yo diría, demos un paso más. No solo caminemos juntos, sino caminemos en comunión. Seamos capaces juntos, con todos los que buscan el bien común, con las autoridades que acá nos acompañan y con todos los que buscan el bien de nuestro pueblo en estos tiempos tan difíciles.
Seamos capaces de llevar esta buena noticia con inmensa alegría y esperanza. He venido a acompañar a este Dios que tiene tantos años. A acompañar el camino de la fe, la esperanza y la caridad.
Recen por mí para que lo pueda hacer con todo cariño y con profunda esperanza.
Amén. Que así sea.
Mons. Alejandro Pablo Benna, obispo de Morón