Nochebuena
BARBA, Gabriel Bernardo - Mensajes - Homilía de monseñor Gabriel Bernardo Barba, obispo de Gregorio de Laferrere, en la misa de Nochebuena (Catedral Cristo Rey, 24 de diciembre de 2019)
En la noche… nuestros ojos se esfuerzan por no poder ver… o para ver lo poco que queda iluminado.
En la noche, no tenemos seguridad… todo es tinieblas.
En la noche, abunda el silencio y la incertidumbre.
En la noche, solo podemos apreciar las estrellas y los astros del cielo, si somos capaces de alzar nuestras miradas.
En la noche, abundan los recuerdos del pasado porque no hay presentes que nos puedan distraer.
En la noche…
En la noche…
¡EN LA NOCHE HA BRILLADO UNA GRAN LUZ PARA LA HUMANIDAD…!!!
En la noche de Belén, se ha iniciado una nueva vida para los hombres. Nos ha nacido un niño que será llamado el Emanuel (Dios con nosotros)
Ese acontecimiento histórico es el que ha cambiado nuestra historia.
Hoy la Iglesia nos invita a mirar la luz que brilla en la noche… y tiene nombre… es JESÚS. Irrumpe en nuestras vidas por medio de su Madre, quien ha aceptado las palabras del Ángel, haciéndola partícipe del gran Misterio. Dios.
Este año he compartido como saludo navideño un profundo escrito que ha hecho el P. Rodolfo Olmedo. Quizá muchos de Uds. ya lo leyeron…
Nos introduce a lo más profundo del conurbano. De nuestro mundo en el que estamos insertos de tal manera donde ya muchas cosas las vamos internalizando y ya no nos llaman más la atención. Es una reflexión a descubrir que TODOS celebramos la Navidad. Según nuestros propios y distintos modos.
Así ha sido la noche de Belén… en donde, de distintas maneras, TODOS han tenido su lugar, su espacio de adoración y su invitación.
No fueron invitados ni los puros… ni los perfectos… ni los mejores…, simplemente, al pesebre TODOS están invitados a reconocer y adorar al Niño. Los primeros en llegar ha sido los pastores. Nada casual. Siempre los más pequeños son los que tienen más agilidad y libertad de opción y de movimiento. Ellos llegan primero a las cosas importantes de la vida. No es casual. Tienen la libertad del Evangelio vivido. Seguramente en una mezcla de vida cargada de problemas y limitaciones. Pero están allí. No tuvieron que mirar su agenda…
Estuvieron allí, primereando…
Los pobres siempre son los primeros en abrir sus casas… comparten sus mesas… dan de lo que no les sobra. Dan de lo propio para vivir. Por algo Jesús los ha llamado ¡Bienaventurados!, lo que no quita que sigan siendo humanos…, limitados… y pecadores también. En ellos, un corazón pobre y sencillo se convierte en tierra fecunda, para que las semillas del Reino de Dios crezcan con mayor facilidad. Son también los pastores invitados a la conversión… a la vida nueva y por eso… han salido rápidamente al encuentro de Jesús.
Al pesebre se acercan también los Magos de Oriente. Las otras culturas. Los pueblos paganos. Los que no conocen al Dios que se ha Revelado. Y también son invitados a la Mesa que comienza bajo el signo del Bebé envuelto en pañales.
Y los Magos lo reconocen a través de sus ofrendas, como Rey, como Dios, como Hombre. Y lo adoran. Y son parte…, y… no hay grieta. Todos tienen su lugar en el pesebre. El Niño Dios a todos recibe. A todos llega. A todos viene a salvar.
El pesebre irrumpe en la noche de la humanidad.
Sigue irrumpiendo en nuestras noches para que no sigamos anclados en las tinieblas.
El misterio del pesebre…, el misterio de la Navidad sigue siendo vivo, presente y actual. Debemos dejarlo entrar en nuestra historia. Como acontecimiento que viene a cambiar para que no todo siga igual.
El mundo nos ahoga y nos ocupa con miles de ruidos, prioridades que no son tales… y con ocupaciones que nos tragan la vida, llevando a muchos a morir sin poder haber vivido.
La Navidad es TODO LO CONTRARIO.
Dios cree en nosotros…, Dios nos da una nueva oportunidad…, Dios se hace hombre para darnos vida y vida en abundancia.
Cuando decimos que asume nuestra historia es eso…, profundamente eso…
¿Cuál es nuestra historia de vida que Dios asume…?
¿Cuál es nuestra noche…?
¿Cuáles son nuestras tinieblas…?
¿Dónde estamos trabados… anclados como para no poder mirar hacia adelante? y vivir el presente con esperanza viva…
Allí se provoca el nacimiento del Niño. Allí viene la salvación. Es tiempo de Esperanza.
Pero hay que entrar en el Misterio del pesebre…
Hay que dejar que Dios entre en nuestras vidas. Hay que dejar que Dios obre. Hay que dar lugar a la Providencia Divina. Nada puede Dios hacer en nuestro corazón, si nosotros no lo abrimos a él. Porque nos hizo libres... y respeta nuestra libertad.
El Misterio de la Navidad es algo bien concreto, real y actual.
Pensemos si nuestro camino de fe… nuestro seguimiento de Cristo es también así…
¿Vivo la mi fe en hechos concretos…?
¿Rezo? ¿confío en Él? ¿confío en su Providencia?
Mis acciones: ¿son inspiradas por su voluntad? ¿Me pregunto qué quiere Dios de mí?
Insisto… el pesebre fue real, histórico y concreto. Nuestra fe en Jesús no tiene otro camino. No puedo llegar a Dios si no llego a mis hermanos. Dios se hizo hombre.
Ojalá podamos vivir esta Navidad en familia, con todas las limitaciones que seguramente tenemos…, pero… iluminados hoy, desde la luz de Belén. Donde todos tienen lugar. Donde el perdón vence al odio y la paciencia a la venganza.
No nos distraigamos ni perdamos tiempo en lo que no lo merece.
Levantemos nuestras miradas. Miremos más lejos…, miremos más allá de nuestras mezquindades y pequeñeces. Rompamos muros y barreras.
El pesebre nos habla de que con poco, se puede mucho. Se llega al todo.
Con limitación… se puede todo.
Pero tiene un SECRETO. Una llave…, una explicación que da el impulso y el sentido…
Ese es JESÚS.
Sin Jesús NO HAY NAVIDAD.
Sin Jesús NO HAY SALVACIÓN.
Solo debemos dejarlo entrar…
Solo debemos… no seguir de largo.
Sí debemos estar atentos… porque aún hoy nos sigue hablando. Sigue saliendo a nuestro encuentro. Sigue siendo el único camino para salvarnos.
¡Les deseo a todos MUY FELIZ NAVIDAD…!
Como nos escribió el Papa Francisco hace muy poquito, sigamos armando en nuestras casas nuestros pesebres. Contemplemos frente a ellos este Misterio. Enseñemos desde su más tierna infancia a nuestros niños a amar profundamente, amar a Aquel que nos amó.
María y José fueron aquellos dos que desde el inicio estuvieron junto a Jesús contemplando, acompañando, cuidando y protegiéndolo. Que sean ellos: María y José, quienes sigan cuidando y protegiendo nuestras familias de todo mal.
José no dudó en tomar los recaudos necesarios para salvar al Niño. Fue concreto y real…, llegado el momento huyó con su familia a Egipto. Sea él nuestro ejemplo de que debemos estar atentos y activos para cuidar y preservar toda vida desde su mayor fragilidad…
Nuevamente…
Les deseo a todos MUY FELIZ NAVIDAD…!!!
Mons. Gabriel Bernardo Barba, obispo de Gregorio de Laferrere