San Antonio de Padua
BITAR, Damián Santiago - Homilías - Homilía de monseñor Damián Bitar, obispo de Oberá en la fiesta de San Antonio de Padua, patrono de la diócesis y de la ciudad de Oberá (Iglesia catedral, 13 de junio de 2025)
1. Saludo fraternalmente a las autoridades que nos honran con su presencia. Al Sr. Gobernador de la Provincia de Misiones Hugo Passalaqua, al Sr. Intendente Municipal Pablo Hassan, a los señores (y señoras) Diputados, concejales, miembros de Policía de la Provincia y de las Fuerzas de Seguridad, a los directivos y representantes de Instituciones educativas, culturales, deportivas, comerciales, a la Federación de colectividades y a la querida familia del Hogar Santa Teresita.
La transmisión en directo por TV Canal 12 nos permite llegar a numerosos hogares de ciudades, pueblos y colonias de la diócesis y de la Provincia. Unidos en oración en el día de san Antonio; a todos, particularmente a los enfermos y ancianos, ¡un fraternal saludo y abrazo!
Asimismo, encomendamos a las familias de la parroquia Catedral San Antonio y de las 9 capillas de la diócesis que lo honran como patrono, en San Vicente, El Soberbio, San Javier, Campo Viera, Aristóbulo del Valle, Alba Posse, Panambí y Salto Encantado.
Enaltece esta Eucaristía la presencia de la imagen peregrina de Nuestra Señora de Itatí venida desde la parroquia de Dos de Mayo. Una delicadeza maternal, al celebrar hoy los 16 años de creación de la Diócesis de Oberá.
Un sentido recuerdo por nuestro primer P. Obispo Víctor, por los sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos fallecidos -que han formado parte de esa gran red de “clase media” de la santidad- que nos han precedido en el camino de retorno a la Casa del Padre.
2. Hermanos queridos: Es mi deseo pronunciar las mismas palabras del Papa León, cuando el pasado 8 de mayo desde el balcón de la Basílica de San Pedro, saludó al mundo con las palabras del Resucitado a sus discípulos: ¡La paz esté con ustedes!
Sí; ¡Qué su paz tome bajo su cuidado nuestros corazones, fortalezca a las familias y llegue a todas las ciudades, pueblos, colonias e instituciones de la diócesis y de la provincia!
¡La paz con ustedes! ¿Qué significado tienen estas palabras de Jesús? Por una parte, él nos asegura su presencia junto a nosotros. Se acabó la soledad más honda. ¡No se inquieten ni tengan miedo! (Jn 14,27).Yoestaré siempre con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. (Mt 28,20).
Por otra parte, contienen un mandato y un envío como “misioneros de la paz”. ¡Como el Padre me envío, yo los envío a ustedes!
¡Cuánta necesidad tenemos hoy de transformar las espadas en arados y las lanzas en podaderas! ¡Cuánta necesidad de “desmilitarizar” el corazón, de “desarmar” las palabras, la mirada y la acciones! ¡Es hora de deponer las armas!, porque ciertamente, -lo expresó el Papa León-, la paz comienza con cada uno de nosotros: con la forma que miramos, escuchamos y hablamos con los demás…
El Señor Jesús, después de enviar a los 12 apóstoles, - como nos narra el evangelio- envío a otros 72 discípulos. Si el primer grupo representa a los obispos y consagrados, el segundo grupo representa a todos los bautizados. ¡Todos somos llamados y enviados! Y es preciso Jesús al decirnos: ¡Cuando entren en una casa que descienda la paz sobre esa casa! Incluso dirá también: ¡curen a los enfermos!
¡Que pedido asombroso del Señor! Quiere, sueña que sus discípulos seamos instrumentos de paz y artífices de sanación asumiendo un estilo de vida con sabor a evangelio tal como lo describe san Pablo en su carta de a los Romanos: Ámense cordialmente con amor fraterno, estimen a los otros como más dignos. Consideren como propias las necesidades de los hermanos y practiquen generosamente la hospitalidad. Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca. Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros... No devuelvan a nadie mal por mal. En cuanto dependa de ustedes, traten de vivir en paz con todos.
3. Hermanos: sin duda, ¡esta misión es más urgente que nunca! Jamás debemos ceder ante propuestas que contienen o conducen a la violencia, que descalifican y maltratan, al terrorismo de las habladurías o al manoseo de la dignidad humana a través de las redes sociales.
A las bajezas de cualquier clase, procuremos responder desde lo alto, es decir desde el lugar de Dios, iluminados por su Palabra que es la Verdad que nos hace libres, la sabiduría bimilenaria del Magisterio de la Iglesia y el testimonio irrefutable de los testigos de la fe. De ese modo será posible cortar con el espiral venenoso del rencor, de la violencia y del mal que enferman la sociedad.
Así lo hicieron los santos. Así lo vivió san Antonio. Quien ciertamente no es una estatua sin vida. Es intercesor y es modelo. Es un espléndido “traductor” e intérprete del evangelio. No es un teórico de la religión, sino un discípulo misionero apasionado por Jesús y experto en humanidad, un hombre pleno, de una riqueza humana y cristiana desbordante…
A él le encomendamos esta ardua y fascinante misión de ser apóstoles de la paz con las mismas palabras de su padre, hermano y maestro, Francisco de Asís:
Señor haz de mi un instrumento de tu paz:
donde haya odio, lleve amor,
donde haya ofensa, lleve perdón,
donde haya discordia, lleve unión,
donde haya error, lleve verdad,
donde haya duda, lleve la fe,
donde haya desesperación, lleve esperanza,
donde haya tinieblas, lleve tu luz,
donde haya tristeza, lleve la alegría. Así sea.
+ Damián, Obispo