Virgen del Carmen

CONEJERO GALLEGO, José Vicente - Homilías - Desgrabación de la homilía de monseñor José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa en la Fiesta de Nuestra Señora del Carmen, patrona de la diócesis y de la Ciudad de Formosa (16 de julio de 2024)

Hermanos formoseños:

Con gran alegría celebramos hoy la Fiesta de nuestra Madre y Patrona: la Virgen del Carmen, Causa de nuestra alegría y esperanza. María, la madre de Jesús y madre de la Iglesia; a ella la invocamos, en la Oración de La Salve, diciendo: Vida, dulzura y esperanza nuestra; palabras éstas, que en este Año 2024, Año de la ORACIÓN, en preparación al AÑO SANTO JUBILAR DE 2025, adquieren un significado mayor y más profundo.

Somos conscientes de querer ser Peregrinos de la Esperanza, como nos invita el Papa Francisco, en medio de este mundo herido, fracturado, dividido, confrontado, en guerras fratricidas; una humanidad -como afirma el Instrumentum Laboris para la Segunda Sesión del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad de la Iglesia, a realizarse, Dios mediante, el próximo el mes de octubre entre los días del 2 al 27-, en un mundo hambriento de sentido y sediento de comunión y solidaridad.

Precisamente este ha sido el tema y lema de la Novena de este Año: Junto a María, seamos una Iglesia Sinodal, que escucha y acompaña, en la MISIÓN. Nuestra Iglesia Diocesana de Formosa no quiere estar ajena a este proceso eclesial, sino que desea ardientemente unirse y participar, consciente, activa y responsablemente, en este anhelo y dinamismo de la Iglesia Sinodal Misionera, Pueblo de Dios, en camino, que -en palabras del gran San Agustín-, “va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios” hasta la Vida eterna. (cf. LG 8).

Querer ser una Iglesia Sinodal Misionera es una invitación a una auténtica y verdadera Conversión y Reforma de toda la Iglesia; es decir, personal y comunitaria de todos sus miembros, en sus Relaciones, Itinerarios y Lugares (Cfr. IL).

Esta Conversión y Reforma implica:

  • Reunirnos en el nombre del Señor, evitando el aislamiento, pues como dice el Papa Francisco “no nos salvamos solos”, inspirándose en el texto conciliar: “fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente” (LG, 9).
  • Escuchar atentamente a todos, ya que todos somos hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, y depositarios de los dones del Espíritu Santo.
  • Dialogar amistosamente, con serenidad y sin arrebatos, con fundamentos tanto de la razón, como de la verdad revelada y magisterial de la Iglesia.
  • Discernir y decidir juntos, en sintonía y consonancia con el Espíritu Santo que nos ilumina y anima siempre para el bien común de todos.
  • Transparencia y Evaluación, otro desafío, tanto de los bienes como de los planes y programas pastorales de la Iglesia, para dar así buen ejemplo a nuestra sociedad. Por último:
  • Celebrar juntos la EUCARISTÍA, el memorial de Jesús, la fuente y culmen de la Vida y de la Misión de la Iglesia, como en este momento estamos celebrando.

Qué bueno y hermoso constatar que, en este nuestro caminar de la Vida, como PEREGRINOS DE ESPERANZA, contamos con la compañía, el auxilio y la protección de MARÍA, nuestra madre. Ella, Imagen y Modelo de Santidad para todos; pues, imitando sus virtudes de humildad y sencillez, de escucha y docilidad al designio y la voluntad de Dios, podremos con toda seguridad saber que estamos en el camino correcto. Ésta es la razón por la cual la Iglesia, Pueblo peregrinante de Dios, la reconoce e invoca como Signo de Esperanza Cierta y de Consuelo (LG 68).

Hemos de reconocer, en este tiempo nuevo de Una Iglesia Sinodal Misionera, que por gracia de Dios estamos viviendo, nos ayuda a profundizar el “misterio de la Iglesia”, su más auténtica identidad: ser sacramento de la Salvación: es decir, signo e instrumento de la íntima comunión con Dios y de los hombres entre sí.

Con el fin de que “todos los pueblos, tanto los cristianos como los que todavía desconocen a su Salvador, lleguen a reunirse felizmente, en paz y concordia, en un solo Pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e indivisible Trinidad” (LG 69).

ORACIÓN

MARÍA, madre de Jesús y madre nuestra, Señora del Monte Carmelo,
a ti acudimos, implorando la Misericordia de Dios Padre,
la mediación de tu Hijo Jesucristo, nuestro único Redentor,
y la fuerza y la alegría del Espíritu Santo…
Tú nos invitaste, en las Bodas de Caná, a hacer lo que tu Hijo Jesús nos diga:
“Amarnos como hermanos, como Él mismo nos amó”

Queremos que la Iglesia, peregrina en Formosa,
Sinodal y Misionera, sea fiel como vos, madre,
a los designios de Dios, y unida en comunión para que el mundo crea.
Una Iglesia que sepa escuchar a todos, especialmente a los más pobres,
acompañar a los más sufrientes y abandonados,
 y anunciar a todos, la Buena Noticia del Reino de Dios.
Y unidos a ti, Madre bendita,
Proclamemos siempre la grandeza de Dios,
y se alegre nuestro corazón en Dios, nuestro Salvador,
esperando con confianza y perseverancia la Vida Eterna.
AMÉN.

Mons. José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa
Formosa, 16 de julio de 2024