Mirar al cielo y después sembrar el Evangelio en la tierra
Francisco - Ángelus - Regina Coeli - Palabras del papa Francisco en el Regina Coeli (Plaza San Pedro, 13 de mayo de 2018)
Queridos hermanos y hermanas, ¡hola!
Hoy, en Italia y en muchos otros países, se celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor. Esta fiesta contiene dos elementos. Por un lado, dirige nuestra mirada al cielo, donde Jesús glorificado se sienta a la diestra de Dios (Mc 16:19). Por otro lado, nos recuerda el comienzo de la misión de la Iglesia: ¿por qué? Porque el Jesús resucitado y ascendido al cielo envía a sus discípulos a difundir el Evangelio en todo el mundo. Por lo tanto, la Ascensión nos exhorta a levantar nuestros ojos hacia el cielo, y luego nos volvemos inmediatamente a la tierra, realizando las tareas que el Señor Resucitado nos confía.
Esto es lo que el pasaje del Evangelio de hoy nos invita a hacer: el acontecimiento de la Ascensión viene inmediatamente después de la misión que Jesús confió a los discípulos. Es una misión sin límites, literalmente ?sin fronteras?, más allá de la fortaleza humana. De hecho, Jesús dice: ?Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación? (Mc 16, 15). ¡Esta tarea que Jesús confió a un pequeño grupo de hombres simples sin grandes habilidades intelectuales parece tarea muy atrevida! Sin embargo, esta pequeña compañía, sin importancia para los grandes poderes del mundo, es enviada para llevar el mensaje de amor y misericordia de Jesús a todos los rincones de la tierra.
Pero este proyecto de Dios puede realizarse solo por la fuerza que Dios mismo les da a los apóstoles. En este sentido, Jesús les asegura que su misión será apoyada por el Espíritu Santo. Él dijo: ?Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra? (Hechos 1, 8). Por lo tanto, esta misión podría realizarse y los Apóstoles lanzaron este trabajo, que luego fue continuado por sus sucesores. La misión confiada por Jesús a los Apóstoles ha continuado a través de los siglos, y continúa hoy: necesita nuestra colaboración de todos. Cada uno, gracias al Bautismo que ha recibido, está facultado para proclamar el Evangelio. Es precisamente el Bautismo que nos fortalece y nos impulsa a ser misioneros, a proclamar el Evangelio.
La ascensión del Señor al cielo, mientras inauguramos una nueva forma de presencia de Jesús en medio de nosotros, nos pide tener ojos y un corazón para encontrarnos con Él, servirlo y testificar de Él a los demás. Es ser hombres y mujeres de la Ascensión, es decir, buscadores de Cristo en los caminos de nuestro tiempo, que llevan su palabra de salvación hasta los confines de la tierra. En este viaje, nos encontramos con Cristo mismo en nuestros hermanos, especialmente en los más pobres, en aquellos que sufren en carne propia la experiencia dura y mortificante de la pobreza antigua y nueva. Como al principio el Cristo Resucitado envió a sus apóstoles con la fuerza del Espíritu Santo, hoy nos envía a todos, con la misma fuerza, a llevar signos de esperanza concretos y visibles. Porque Jesús nos da la esperanza y hay ido al cielo y ha abierto las puertas del cielo en la esperanza que nosotros llegaremos allí.
Que la Virgen María que, como la Madre del Señor muerto y resucitado, anima la fe de la primera comunidad de discípulos, también nos ayude a nosotros a guardar ?en lo más alto de nuestros corazones?, como la liturgia nos exhorta a hacer. Y al mismo tiempo, que nos ayude a tener ?los pies en la tierra? y a sembrar el Evangelio con valentía en las situaciones concretas de nuestra vida y nuestra historia.
Francisco