"La confianza y nada más que la confianza, puede conducirnos al 'amor'"

MONTINI, Gustavo Alejandro - Homilías - Homilía de Gustavo Montini, durante la Misa Crismal (Catedral "nmaculada Concepción", 27 de marzo 2024)

1. Con mucha alegría, después de haber transitado un prolongado camino cuaresmal nos encontramos hoy, en plena semana santa, para celebrar la Misa Crismal. Con las disculpas del caso, y siendo que se trata de una Eucaristía particularmente presbiteral, si bien me dirigiré a todos, lo haré de modo especial a los sacerdotes presentes. La hermosa jornada vivida desde esta mañana hasta hace instantes, de alguna manera nos ha posibilitado recrear en nosotros –y en el corazón- ese ambiente maravilloso del Cenáculo en el que han vivido los apóstoles aquel “memorable” jueves santo. “No los llamo siervos, los llamo amigos” (Jn 15). Hoy hemos vivido un fuerte encuentro de amigos –en el sentido unívoco del que hemos escuchado- juntos al Amigo, que como hace más de dos mil años, ha puesto en manos de los apóstoles –y en las nuestras-, su Cuerpo partido y su Sangre derramada, con un encargo puntual: “hagan esto en memoria mía” (Lc 22,20).

2. En esta asamblea de significatividad diocesana, somos particularmente honrados con la grata visita de las reliquias de varios hermanos nuestros que gozan ya de la eternidad y que, por ser Santos, nos dejan un elocuente modelo a seguir. Frente a Dios y a todos presentes, quiero explícitamente agradecer a los sacerdotes, el generoso servicio y la inestimable colaboración de cada uno, en el lugar donde el Espíritu ha querido ponerlos. ¡Muchas gracias! En esta celebración quiero rezar especialmente por ustedes, solicitar la intercesión de los Santos –especialmente los presentes- y confiarlos a la fuente mismas del amor, que brota a raudales, del Sagrado Corazón de Jesús[1].

3. En esta celebración tan sacerdotal, es providencial la presencia de la reliquia de Santa Teresita del Niño Jesús. Conocemos el amor y la devoción que esta doctora de la Iglesia tenía –y tiene desde el cielo- por los sacerdotes. Las monjas del Carmelo en la ciudad de Paso de los Libres, tienen por patrona secundaria a la mencionada santa. Ellas que viven “escondidas con Cristo en Dios” (Col 3,13) cada día cuidan con su oración nuestra vida, nuestro ministerio y nuestra querida diócesis de Santo Tomé. La presencia de las Carmelitas entre nosotros –junto al resto de la vida consagrada- son una inmensa bendición y un potencial que no se puede cuantificar. Agradezco su presencia entre nosotros y, qué decir del inestimable servicio por el cual podemos manifestar con certeza que, el Reino de Dios está presente entre nosotros.

4. Con motivo de los 150 años del nacimiento de Santa Teresita, el Papa Francisco en octubre del año pasado (2023) escribió una exhortación apostólica a la que bautizó llamativamente “es la confianza”[2]. La expresión que da origen al mencionado título, ha sido tomada de una carta que Teresita en su momento, escribió a Sor María del Sagrado Corazón (17 de septiembre de 1896), donde nuestra santa afirma que “la confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al Amor”. Cabe la aclaración que habla del “Amor” no con minúscula, sino mayúscula. Se refiere, al Amor de Caridad, a decir del Papa Francisco en esa misma exhortación: “«Más grande» que la fe y la esperanza, la caridad nunca pasará (Cf. 1Co13,8-13). Es el mayor regalo del Espíritu Santo y, es madre y raíz de todas las virtudes”[3].

5 .El título elegido por el Papa Francisco es sugestivo y hasta provocativo. En el tiempo en el que vivimos, la confianza ha perdido crédito. Todo parece estar puesto en duda o bajo sospecha y, mucho más, en el clima político, social, económico y cultural en el que nos encontramos, donde como bien afirman varios analistas[4], se vive un clima de “desconcierto”[5]. Quienes tendríamos el rol de suscitar o generar confianza, por inconsistencias o por inmadurez o por intereses espurios, terminamos por deshonrarla y profanarla. Ello ha llevado a que las instituciones –de las más variadas-, los organismos, los gobiernos, la democracia, hasta la comunidad cristiana, hayan sido puestas bajo sospecha. La familia humana vive un importante déficit en la experiencia cotidiana de confianza. Este ambiente brumoso, no es bueno ni sano. Deja malas consecuencias en nosotros y, sobre todo, quita o anula toda referencia a “otro”[6] –el que sea- afectando el normal y saludable proceso madurativo de toda persona humana. Quizás la cultura narcisista y autorreferencial en que la vivimos y crecemos –personas y grupos- es, lamentable, una consecuencia de todo ello.

6. A lo ya referido deberíamos sumar, aquellos sentimientos que en determinados momentos y circunstancias aparecen en el corazón como contracara de la confianza. Frente a grandes decisiones, a los propios límites y de cara a un devenir incierto, nacen – y a veces con cierta prepotencia- la duda y el temor[7]. Es por ello que el título y el tema de la exhortación referida, son muy atinados y muy acertados de cara al tiempo en el que vivimos y en los ámbitos en el que nos movemos. Se trata de una propuesta profética.

7. La expresión no refiere sólo a aquella confianza en sí mismo, fruto de una sana psicología. Se trata de una confianza que nos viene de Otro. Es un don –que viene de lo alto- que purifica, cura y eleva esa sana autoestima que todos necesitamos tener. Se trata de aquello que escuchamos en la Palabra: “el Espíritu del Señor está sobre mí” (Is 61; Lc 4). Vivir bajo la sombra del Espíritu de Dios, permite a cualquier persona, caminar con confianza, con ritmo sereno, con suave firmeza y con una fuerza sobrenatural. Recodemos aquel testimonio del Salmo 22(23): “el Señor es mi pastor, nada me puedefaltar. El me hacedescansar en verdespraderas, me conduce a las aguastranquilas y reparamisfuerzas; me guía por el rectosendero, por amor de su Nombre. Aunquecruce por oscurasquebradas, no temeréningúnmal, porque tú estás conmigo” . En estos días me encontré con otro testimonio un poco más reciente en el tiempo: “en prisión y en vísperas de ser ahorcado, tras el fallido golpe de estado contra Hitler, el pastor Dietrich Bonhoeffer escribió: … esperamos confiados lo que pueda venir. Dios está con nosotros por la tarde y de mañana y con toda certeza, en cada nuevo día[8].

8. Los textos bíblicos aludidos (el profeta Isaías y el evangelio de San Lucas) anuncian una presencia fuerte y una acción eficaz por parte de Dios, sobre todo, en las personas que se sienten abatidas y atribuladas. En aquellos heridos y lesionados fundamentalmente en su confianza: los pobres, los heridos, los prisioneros, los ciegos y los oprimidos, etc. (Is61,1-3: Lc4,18). Todos ellos, llamativamente, se convierten en objeto privilegiado de la visita y de la acción de mesiánica de Jesús quién, les restituye la confianza.

9. Lo que decíamos en el parágrafo anterior, lo referimos a nosotros mismos. Sabiendo de nuestra fragilidad y de nuestras múltiples caídas, el amor y la misericordia del Padre nos ha restituido –y nos restituye- en la confianza. Se trata de la acción de “Aquel que nos ama” (Ap1,5) como narra el libro del Apocalipsis que acabamos de escuchar. ¡Cuánto nos ama y nos ha amado Dios! Recordemos. Pensemos en nuestra historia, en nuestro corto o largo itinerario de fe y, sobre todo, en el haber sido llamados al ministerio ordenado. Nos ha confiado la gracia de representar a su Hijo[9] y de hacerlo presente, en nuestra vida y en el ministerio. Somos objeto de una confianza infinita por parte de Dios, sus hijos muy amados. Esta verdad, no la podemos ni suponer, ni soslayar y menos aún, olvidar. Debemos ser conscientes de ella y encontrar los mejores caminos pedagógicos que puedan acrecentarla. Estoy seguro que la jornada que hemos vivido, como la Eucaristía que estamos celebrando, serán una ocasión privilegiada en esta perspectiva.

10. Aquel que no funda su vida sobre esta confianza, “construye sobre arena” (Mt 7,21-29). De modo manifiesto o en forma implícita, se apoyará en aquello que encuentra y que supuestamente puede sostenerlo. Pero en el camino, irá apareciendo alguna necesidad de cierto protagonismo, alguna obsesión que marque una diferencia con el resto, el estar demasiado atento al lugar “de importancia” que ocupo, a los like que pueda tener en Facebook o en Instagram, etc. Es decir, comenzamos a entregarnos y abrazar pretendidos amores, que no merecen ser amados. Realidades que, aparentemente brindan toda seguridad, pero, como ídolos de barro “no escuchan ni hablan” (Sal 115,4-8), sino por el contrario, defraudan y dejan un sabor amargo en el corazón. La sensación de no ser tenidos en cuenta.

11. Si nos pensamos por algunos segundos como cuerpo presbiteral, con humildad debemos confesar que también nosotros, a lo largo de estos 45 años de vida, hemos experimentado torpezas, también pobrezas, esclavitudes, sorderas, cegueras, parálisis, divisiones, etc. En cada Eucaristía, como en Pentecostés, el Espíritu de Dios viene sobre nosotros para levantarnos, para sanar nuestras heridas y dolores y así, manifestarnos su amor y restaurarnos en la confianza.

12. A esta confianza primera y primaria de la que hicimos referencia en los puntos anteriores, le corresponde una segunda: que entre nosotros vivamos y cultivemos un vínculo prendado por la confianza. Si Dios confía tanto en nosotros –como lo hemos expresado-, lo deseable es que nuestros vínculos estén sosteniendo y ejercitados sobre la base de la confianza. Como nos lo recuerda Teresita, “la confianza y nada más que la confianza, conduce al Amor”. Esta doble confianza permite que despleguemos nuestra vocación fundamental: la de ser hijos de Dios y la de ser hermanos entre nosotros. Esta Misa –de modo muy particular- es una oportunidad excepcional para que, soñemos y nos comprometamos –ante Dios y todo el pueblo a quien servimos- a que nuestros vínculos estén realmente fundados sobre la base de la confianza y no sobre la superficialidad, la simpatía del momento, los prejuicios o la sospecha.

13. El diálogo sin doblez, la sinceridad, la atención y el sano cuidado a lo que vive el otro, ayuda a construir o acrecentar la confianza entre nosotros. Todo ello, es de Dios y viene de Él. Lo que siembra entre nosotros intriga, recelos, miradas distantes y frías, viene del diablo. Su trabajo principal es el de dividir y socavar la confianza. San Ignacio dice que su tarea es: “progresiva en el deterioro y homicida en la intención”. Su finalidad es la de minar y dilapidar entre nosotros la confianza y, el clima sano y saludable que de ella se deriva. Sería como replicar en el presbiterio y en la comunidad cristiana lo que sucede hoy, en el mundo en el que vivimos. Seamos quienes seamos y hayamos hecho lo que hayamos hecho, comencemos de nuevo. La voluntad de Dios es que vivamos entre nosotros un vínculo de confianza. Teresita dice en Historia de un Alma: “Jesús no pide grandes acciones, sino sólo la confianza y el agradecimiento… no tiene necesidad de nuestras obras, sino de nuestro amor”[10].

14. En esa misma carta a la que refiere el Santo Padre, inmediatamente después Teresita dice a Sor María del Sagrado Corazón “ya que sabemos el camino, corramos juntas”[11]. La confianza, y el círculo virtuoso que ella genera, es el camino que –corriendo- debemos transitar para alcanzar y hacer presente en el lugar donde nos encontremos, al Amor con mayúscula. En definitiva, es lo que nos ayuda a crecer en santidad[12] y a desarrollar de modo fructuoso entre nosotros, la misión que Jesús ha puesto en nuestras manos. Es un grito profético cargado de esperanza en un mundo herido y fuertemente lesionado en su confianza[13]. Es lo que alentó a Santa Margarita María a proponer en su tiempo el amor de Dios manifestado en la devoción al Sagrado Corazón; es lo que animó a Santa Mama Antula haciéndola peregrina por las diversas provincias del país, con el fin de presentar a Jesús a través de los ejercicios espirituales de San Ignacio. Es lo que fortaleció al beato Cardenal Pironio y lo llevó a escribir en medio de tiempos muy complejos y de mucho desconcierto: “Jesús no anula los tiempos difíciles. Tampoco los hace fáciles. Simplemente los convierte en oportunidad. Hace que en ellos se manifieste el Padre y nos invita a asumirlos en la esperanza que nace de la cruz”[14].

15. Lo aquí referido a los sacerdotes y al presbiterio, debemos comprenderlo como una gran invitación a todos: obispo, presbíteros, diáconos, consagradas y laicos. Porque “la confianza y nada más que la confianza, conduce al Amor”. Abrazos y comprometidos en renovar y afianzar esta alianza, haremos realidad el sueño de ser una Iglesia de corazón joven, que camina con paso sereno, que ofrece albergue seguro y brinda al tiempo desafiante en el que vivimos, una palabra fuerte y profética[15].

16. A nuestros patronos, la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí y a Santo Tomás, encomendamos nuestra vida, nuestra Iglesia diocesana y este tiempo en el que vivimos. Que así sea.

Mons. Gustavo Montini, obispo de Santo Tomé


Notas: 
[1] Devoción difundida por Santa Margarita María de Alacoque (S. XVII). “El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”, es una frase que el Santo Cura de Ars (S. XVIII-XIX) repetía y meditaba con frecuencia; nos invita a todos a reconocer con gratitud a Dios el don tan grande que representan los sacerdotes.
[2] Francisco, Es la Confianza, Roma, 15 de octubre de 2023, nº 1.
[3] Oc., Es la Confianza, nº 30.
[4] https://lnmas.lanacion.com.ar/video/odisea-argentina-4-de-marzo-2024-jwidQ55DnmZC/: se habla de perplejidad, desconcierto.
[5] Obispos NEA, Construir juntos la esperanza, Santo Tomé, 29 de febrero de 2024, nº 19: “temas como la interpretación de la historia, la urbanización, la globalización, el relativismo ético…, son indicadores que generan un duro debate cultural
[6] Oc., Construir juntos la esperanza, nº 20: Este diagnóstico puede generar un oscurecimiento de la conciencia y la incapacidad para ver claro y discernir lo más apropiado. Aún más si desaparecen referencias objetivas... Porque, más que un debate, estamos ante una verdadera crisis cultural”.
[7] Raniero Cantalamesa, Yo Soy el buen pastor, tercera predica de cuaresma, Roma 08 de marzo de 2024.
[8] Oc., Yo Soy el buen pastor.
[9] Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, Ed. Paulinas, Buenos Aires 1992, nº 16: “representación sacramental de Cristo”: nº20 los sacerdotes consagrados de manera nueva a Dios por la recepción del Orden, se convierten en instrumentos vivos de CristoTodo sacerdote personifica de modo específico al mismo Cristo… es también enriquecido de gracia particular para que pueda alcanzar mejorla perfección de Aquel a quien representa.
[10] Teresa de Lisieux, Obras completas, Editorial Monte Carmelo, p. 255.
[11] Oc., Obras completas, carta a Sor María del Sagrado Corazón, p. 554.
[12] Hans Urs von Balthasar, Teresa de Lisieux, Herder, Barcelona 1998, p. 249: La santidad no consiste en esta o la otra práctica, sino en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios, conscientes de nuestra flaqueza y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre.
[13] Oc., Construir juntos la esperanza, nº 24: “artesanos de fraternidad”.
[14] Eduardo Pironio, Meditación para tiempos difíciles, Ed Patria Grande, Buenos Aires 1977.
[15] Lema diocesano 2024: “hacia una Iglesia de corazón joven ¡camina! ¡cuida! ¡anuncia!”.