Peregrinación de los Trabajadores y la Familia
STANOVNIK, Andrés - Homilías - Homilía de monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, arzobispo de Corrientes, en la misa de la Peregrinación de los Trabajadores y la Familia (San Cayetano, 6 de agosto de 2023)
“Junto a San Cayetano, peregrinamos en la fe”, es el lema que tenemos este año para la Peregrinación de los Trabajadores y sus familias. ¿Quién era San Cayetano, para que nos pongamos junto a él? ¿Qué tiene para decirnos hoy a nosotros este hombre que vivió hace más de 500 años? Nació en Vicenza, Italia. Era hijo de una familia noble y rica, por eso pudo estudiar, se graduó en los dos derechos y llegó a ser senador en su ciudad. Luego, decidió ser sacerdote y fue ordenado a los 36 años de edad.
Cayetano se destacó por ayudar a servir personalmente a los pobres y enfermos de su ciudad y atendía a los pacientes de las enfermedades más repugnantes. Fundó la congregación de los padres teatinos, que hasta hace poco atendía nuestra parroquia de Empedrado. Además, fundó hospitales y abrió hospicios para los ancianos, y los “Montes de Piedad”, que eran una especie de caja de ahorros para los pobres, donde podían extraer dinero a un interés muy bajo y así evitar que la gente de escasos recursos caiga en manos de los usureros.
Fue un promotor entusiasta de la bendición con el Santísimo Sacramento y recomendó la comunión frecuente, sin duda una fuente de vigor espiritual que experimentó el mismo, por eso decía: "No estaré satisfecho sino hasta que vea a los cristianos acercarse al Banquete Celestial con sencillez de niños hambrientos y gozosos, y no llenos de miedo y falsa vergüenza". Como sucedía en los tiempos de San Cayetano también sucede hoy, la fe cristiana de muchas personas, especialmente de los adolescentes y los jóvenes, pasaba por un período de crisis. Los adultos y las comunidades no lograban transmitir la fe y entusiasmar con la vida cristiana a los niños y los jóvenes. San Cayetano no se desanimó por esa crisis, sino que puso manos a la obra y son su testimonio de amor a la Iglesia y a los pobres dejó un ejemplo que transciende los siglos, y su vida hoy aun conmueve a muchos.
A su gran amiga, Elisabet Porto, le escribía en una carta contando que él se consideraba un pecador, y me tengo en muy poca cosa -le decía- pero me acojo a los que han servido al Señor con perfección, para que rueguen por ti a Cristo bendito y a su Madre; pero no olvides una cosa: todo lo que los santos hagan por ti de poco serviría sin tu cooperación; antes que nada es asunto tuyo, y, si quieres que Cristo te ame y te ayude, ámalo tú a él y procura someter siempre tu voluntad a la suya, y no tengas la menor duda de que, aunque todos los santos y criaturas te abandonasen, él siempre estará atento a tus necesidades.
Entonces, nuestro santo, nos invita hoy a renovar nuestra fe en Cristo y en la Iglesia, por una parte. Y por otra, nos motiva a tratar bien a los demás, a todos, y especialmente a los más despreciados y abandonados de todos. Tenemos la misma fe, la misma Iglesia, y los mismos pobres que San Cayetano. Miremos cómo hizo él y hagamos nosotros todo lo posible por imitarlo. El santo, como amigo de Dios, nos ayuda si nosotros ponemos todo de nuestra parte para amar a Dios y al prójimo. De poco nos sirve hacer una novena al santo, o levantarnos temprano para peregrinar hasta el santuario, si no estamos dispuestos a tratar bien a los familiares, a la esposa, el esposo, hijos, parientes, vecinos, compañeros de trabajo. Así, San Cayetano, como todo santo, por diversos caminos, nos enseña lo esencial del Evangelio, que el amor a Dios y al prójimo van de la mano.
El trabajo dignifica la persona, por eso, con un lenguaje popular decimos que es vago el que no se gana el pan con el sudor de su frente. Vago quiere decir indefinido, impreciso, falto de identidad, disminuido en su humanidad. Hay que estar muy atento a una cultura que tienta con hacer plata, o conseguir plata, pero sin trabajar. Por eso, hoy que pasamos a saludar al santo de la paz, del pan y del trabajo, además de agradecer el trabajo que tenemos, acerquemos nuestra súplica también por los que no tienen trabajo, por el estado y los empresarios para que garanticen la ocupación, por los que sufren el trabajo sin las condiciones mínimas de seguridad y de salud, para que recuperemos con entusiasmo la cultura del trabajo y pongamos en el centro de nuestra vida y de nuestro sistema económico el sagrado valor de la persona y del trabajo.
Como Iglesia nos sentimos cerca de los trabajadores y sus familias, especialmente cuando atraviesan situaciones de sufrimiento, humillación y angustia por no ser valorados en su dignidad de personas y de trabajadores. Sientan la presencia y la protección de la Sagrada Familia de Nazaret. ¡Qué hermoso y reconfortante es ver a María, esposa fiel y madre tierna, en la cuidadosa tarea de educar a su hijo y ponerse al servicio de su prima Isabel, en medio de tantas dificultades por las que tuvo que atravesar! ¡Llena de gozo y esperanza ver a José, cuidando y defendiendo a María y a Jesús con su trabajo, hombre justo, fuerte y trabajador, al mismo tiempo de una gran ternura que le permite servir con humildad y generosidad!
Que, junto a San Cayetano, esta peregrinación despierte en nosotros la fe y nos haga sentir hambre del Pan de la Palabra y de la Eucaristía, y que esa fe nos comprometa a cuidarnos más unos a otros y a ser más solidarios y fraternos con todos.
Mons. Andrés Stanovnik OFMCap, arzobispo de Corrientes