Inicio del Año Pastoral Arquidiocesano
STANOVNIK, Andrés - Homilías - Homilía de monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, arzobispo de Corrientes, en la misa de inicio del Año Pastoral Arquidiocesano (iItatí, 26 de febrero de 2023)
Como los hacemos todos los años, nos hemos congregado a los pies de nuestra Tierna Madre de Itatí para dar inicio al Año pastoral arquidiocesano. Con esta confianza, ponemos en sus manos nuestra vida y actividad; las responsabilidades que nos confiaron para animar la vida litúrgica en nuestras comunidades; la desafiante tarea de acompañar la maduración cristiana de nuestros niños, adolescentes, jóvenes y adultos mediante la catequesis; la misión de hacer llegar el amor caritativo de la comunidad a las personas y familias que necesitan de nuestra cercanía y ayuda material; en fin, le encomendamos a Ella a nuestros consagrados y consagradas, diáconos permanentes y a sus familias, a los sacerdotes, seminaristas y obispos, y a todo nuestro pueblo.
Además, deseamos que Ella nos acompañe en la preparación y realización de la II Asamblea Diocesana inspirado en el lema: “Iglesia Sinodal: ¡Escucha, Discierne y Misiona!”. Por eso, a Ti, Tierna Madre de Itatí, te pedimos humildad para escuchar, gracia para discernir, y una gozosa entrega a la misión. Ven y camina con nosotros durante la preparación y celebración de nuestra próxima Asamblea Diocesana. En tus tiernas manos nos sentimos seguros, porque sabemos que miras con ojos de misericordia a tus hijos que humildemente recurrimos a Vos.
¡Qué providencial es iniciar el Año Pastoral el primer Domingo de Cuaresma! Y, al mismo tiempo, dar inicio a la preparación de nuestra II Asamblea Diocesana. La Cuaresma nos invita a convertirnos y la Asamblea nos coloca ante el desafío de caminar juntos para misionar. Dios nos llama a convertir nuestra vida a Él, para que, en comunión con Él, participemos más activamente en la comunidad y renovemos juntos nuestro entusiasmo para la misión.
Las lecturas bíblicas que hemos proclamado nos colocan en el clima penitencial que caracterizan este tiempo litúrgico y nos dan luces para disponernos interiormente a iniciar el año iluminados por la Palabra de Dios. La primera lectura, del libro del Génesis (cf. 2,7-9; 3,1-17) nos pone en guardia contra la tentación que se reviste de mil formas diferentes, pero que en el fondo es siempre la misma: querer ocupar el lugar de Dios, es decir, creerse dueño de toda la verdad, pretender imponerla a otros, no escuchar, no dejar lugar a los demás y cerrarse a cualquier sugerencia u opinión distinta. Y para persistir en esa conducta, vale todo: mentir, descalificar y excluir.
El pecado original consistió en el engaño de creer que, sin Dios, todo iría mejor; construiríamos la propia vida y la vida común a partir de las propias percepciones; no deberíamos rendirle cuenta a nadie de nuestros actos; en una palabra: seríamos como Dios. El autor bíblico concluye con una imagen fuerte: “en ese momento se abrieron sus ojos y supieron que estaban desnudos”, es decir huérfanos de todo, peleados entre ellos, perdidos en el universo, solos. En esa condición, es comprensible que la desesperación los llevara a buscar la seguridad en lo primero que les venía a las manos: el placer por el placer, el poder por el poder, la droga para olvidar; matar para eliminar al intruso o, al contrario; o poner fin a la propia vida porque ya no se le encuentra sentido. Sin Dios, la vida del hombre se convierte en un infierno.
Sin embargo, Dios no abandonó a su criatura, sino con amor tierno y perseverante la viene acompañando para mostrarle el camino de la vida y de la verdadera felicidad. En el Evangelio vemos que también Jesús, el Hijo de Dios, fue sometido a la tentación. A la tentación de siempre: convertirse en poderoso por sí mismo y no estar dispuesto a compartir el poder con otros, poder de servicio que hace posible que los seres humanos caminemos juntos. Jesús nos muestra cuál es el camino: confiar en la Palabra de Dios, porque ella es digna de toda confianza.
Por eso, en el tiempo de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a dedicar más tiempo a la oración, a la práctica de la caridad y también a la mortificación, que consiste aceptar la lógica de la cruz, porque el triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que es al mismo tiempo una bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal, nos recuerda el papa Francisco (cf. GE 163). Y la señal inequívoca de estar en el buen camino es la práctica de la caridad. La oración auténtica lleva a un mejoramiento en las relaciones con los demás; ese mejoramiento aumenta el bienestar de todos, especialmente de los más débiles y abandonados, y abre los ojos también al cuidado del lugar que habitamos. De allí que la oración, el ayuno y la caridad, son el trípode que propone la Iglesia, para vivir una buena preparación hacia la Pascua.
Nos encomendamos a nuestra Patrona y protectora y le suplicamos que nos dé la mirada y el corazón de su Divino Hijo Jesús, para que nuestra manera de sentir, de pensar y de actuar sea cada día más cristiana. Tierna Madre de Itatí, ruega por nosotros.
Mons. Andrés Stanovnik OFMCap, arzobispo de Corrientes