Durante la violenta
persecución del emperador Decio, el año 210, estos dos cristianos
del norte de África cedieron bajo la presión de las torturas. Pero
después se arrepintieron y fueron quemados en la hoguera. San
Agustín en un sermón que predicó el día de su fiesta, dice que
flaquearon, como San Pedro, por haber confiado demasiado en sus
propias fuerzas. |